miércoles, 31 de octubre de 2007


Y todos estábamos vivos,

de Olvido GARCÍA VALDÉS

por Ernesto García López


Es ya un cierto consenso crítico considerar a Olvido García Valdés como una de las figuras más sólidas dentro del panorama poético actual, con lo cual no me detendré aquí. Su último poemario constituye un ejercicio regenerador para cualquier lector atento de poesía. Podemos acercarnos a él desde múltiples enfoques, desde diferentes filiaciones, pues admite (como todo libro de fuste) posiciones distintas que chocan y se entrecruzan en un diálogo fecundo. Quizá esto sea, de entrada, uno de sus principales hallazgos: obligar al lector a una toma de postura frente al texto; una perspectiva ética y estética desde donde compartir lo que los versos desgranan porque, en oposición a poéticas desencantadas, sumisas al carácter denotativo del lenguaje, la propuesta de Olvido García Valdés se fragua deliberadamente en los intersticios y la apertura de sentido.

Tratemos de rastrear algunas regiones que, a mi juicio, podrían ser medulares y convierten a este libro en una parada esencial dentro del actual panorama poético español. Después de casi dos décadas de enterramiento minucioso de la imaginación romántica, Olvido García Valdés nos devuelve herencias injustamente maltratadas por la marea figurativa: por un lado lo que José Lezama Lima (en palabras de Thierry Maulnier) denominaba la intensidad mallarmeana de pensamiento, y por otra la construcción del texto sobre esa sintaxis negra baudeleriana que tanto enfurecía a los poetas decimonónicos. “Y todos estábamos vivos” vuelve a poner encima de la mesa la vigencia y necesidad de rescatar para la palabra poética española los principales hallazgos del simbolismo con mayúsculas, aunque entreverados claro está con el escenario de complejidad y cambio de paradigmas que vivimos hoy en día. O dicho de otro modo por el también poeta y filósofo Eduardo García dentro de su ensayo “Una poética del límite”: “Una poesía fronteriza entre lo realista y lo visionario requiere una más amplia modulación de la conciencia. De nada valen ajustes de estilo, superficiales piruetas retóricas, si se desea rescatar la ensoñación con lucidez. La auténtica dificultad es psicológica, no estilística. Reside en alcanzar la disposición de la voz, el lugar en la conciencia objetiva del realismo estricto ni en la conciencia subjetiva del visionario puro. El lugar de donde brota una voz en el límite se encuentra, por el contrario, en el espacio que media entre ambas: en la misma frontera entre consciente e inconsciente, vigilia y sueño, realidad e imaginación.” Buen ejemplo de esto se puede encontrar en los poemas que configuran la primera parte del libro titulada “Lugares”, donde el territorio poético (territorio también social para nuestra autora) se convierte en

Un espacio intermedio

-hilo de sueño hila su sustancia, y la oquedad,

una concavidad en que se cabe

enteramente-. […]

Mediante una técnica que podríamos calificar de buceo en apnea, Olvido García Valdés se sumerge en la realidad personal, colectiva y del paisaje sin más apoyos que un lenguaje cauterizado, desprovisto de convenciones (madres sordas y ciegas ofrecen música / a hijas ciegas y sordas / en sus regazos), una sintaxis incandescente puesta al límite igual que la propia precariedad de la vida, y una posición en tanto que sujeto observador equivalente y democrática respecto al objeto observado. Estos tres elementos, a mi juicio, contribuyen notablemente a hacer de su lectura un ejercicio de despojamiento, de obligada desnudez.

con la luna de marzo llegó

la foto y todos

estábamos vivos;

palabras

de velocidad,

de esa sustancia

que es veloz

y gira y se desprende;

lenta, la luna,

vuelve mes a mes

Esta desnudez brota en muchos casos de un extrañamiento como si / no hubiera entre yo y ser una adecuación, / entre bondad o belleza y vida. / Lo cual produce una falta de acoplamiento que genera en el lector una cierta sensación de inquietud, de irrealidad, donde la consciencia y la pérdida de referentes materiales se combinan, se confunden y se desordenan. Quizá aquí podamos extraer otro de los elementos significativos del texto: su proceder mestizo lo hermana, creo, con las corrientes filosóficas y científicas que ponen el acento en el carácter desconcentrado de la realidad. Ya no somos hijos de la certidumbre, de la historia determinista, lineal y homogénea, sino que, como lúcidamente expone Dora Fried Schnitman, vivimos el “[…] surgimiento de una conciencia creciente de la discontinuidad, de la no linealidad, de la diferencia y la necesidad del diálogo como dimensiones operativas de la construcción de las realidades en que vivimos.” Siguiendo esta línea argumental otra de las generosidades de este libro consiste en devolvernos en forma de conciencia que explora los límites, una voz capaz de entrelazar la fragilidad de nuestro ser con la fragilidad de todo lo que nos rodea:

sale cada día a la rapiña, a ver

qué encuentra que calme

un no tener a qué volverse,

qué,

no objeto sino causa

mediata o móvil, no nudo o nuez

de la rapiña, sino que huye, que

ni se piensa o sabe

que no hay, qué es qué

lo que le falta y sale, busca

cualquier cosa, cualquier

nada que alimente, aunque nada

más cerrar la mano o mirar

vea que el hueco se mueve

y no se llena

Sin embargo la exploración de la que nos da cuenta nuestra poeta no parece encarrilarse hacia posiciones descreídas, distopías más o menos convincentes, sino que alberga una recuperación y restitución de la naturalidad de sentirse vivo. Nada escapa a la mirada mallarmeana de Olvido García Valdés: el paisaje castellano (como en el magnífico poema dedicado a María Antonia Ortega), la vida comunitaria de las mujeres, la introspección personal, el grifo del tiempo, las ausencias y la muerte, el recuerdo de la infancia, la cotidianeidad del hogar, la carretera como escenario privilegiado para la contemplación… Todo se postula como materia germinadora donde infiltrar el enigma del lenguaje. Porque, y con esto termino, otro de los rasgos centrales de este poemario radica en su defensa cerrada del lenguaje imaginal. Claro que la palabra es débil, claro que la palabra apenas roza la esencialidad de las cosas, pero para Olvido García Valdés cualquier conciencia de derrota prematura nos acerca más a nuestro alejamiento que a la auténtica profundidad de las mismas:

Es física la voz,

la retirada –hormigas

y penumbra, acurrucado

daño- no es voz

Déjense cobijar por este libro. Recuperen, a pesar de la falsa completud que nos invade, el placer de “no saber” como decía Wislawa Szymborska en su recepción del Premio Nobel. Olvido García Valdés nos coloca en una posición frágil, singular ante el mundo, sitiados por preguntas, sucesiones inconclusas, recuerdos vivos, ausencias que desvelan, paradojas de “sombra a sombra”. Pero es precisamente en este recinto sin respuesta donde podemos mejor repensarnos.

lunes, 29 de octubre de 2007

Memoria del Horror en el Infierno

Si esto es un hombre (1948)
Primo Levi

"Escribo lo que no sabría decir a nadie"; pero todo el mundo debería conocer [me permito añadir yo]. Así se expresa Primo Levi en este libro que abre la trilogía dedicada a los campos de exterminio. Su testimonio nos transporta a Auschwitz (Polonia) en 1944, tiempo durante el cual pasó a convertirse en menos que un joven miliciano italiano, y judío, de 24 años; menos aún que un ser humano. En esos 12 meses de tortura y trabajos forzados Primo Levi fue bautizado con el número 174517, siempre tatuado en el brazo a modo de recordatorio.

Es éste un viaje al horror del hambre, el frío y la supervivencia. La atmósfera claustrofóbica lo domina todo creando un submundo, un ghetto multicultural en el que sobrevivir depende de la capacidad de adaptación y sobre todo de la suerte de cada individuo. No hay reglas, sólo la del más fuerte, no hay un idioma común y la inexperiencia y debilidad cuestan la vida, acaso la única salida rodeados de horror.

Los personajes se diluyen en la realidad del “lager” (campo) que los engulle, por eso su recuerdo se convierte en el único vestigio de su sufrimiento final. De la misma forma pasan por este libro de memorias: no hace falta saber cuándo, cómo ni por qué llegan, tampoco cuál será su destino. Su estigma y final son fácilmente imaginables.

Escrita con la memoria reciente, con el recuerdo que busca una pretendida objetividad bajo la que late un rencor contenido hacia el nazismo. Este primer tomo de memorias (le siguen más tardíamente La tregua [1963] y Los hundidos y los salvados [1986]) comienza algo disperso y titubeante, con cierta discontinuidad inicial, reflejo de la confusión de los primeros días. A medida que pasan las semanas de reclusión consigue captar la animalizada micro–sociedad creada en el “lager”, despiadada con el débil e inadaptado, en la que aún brillan momentos de amistad, lirismo y nostalgia por la vida que dejaron fuera… y que sólo el 5% de los allí encerrados recuperarían, de seguro nadie lo logró jamás totalmente.

Memoria del Horror en el Infierno

"Escribo lo que no sabría decir a nadie, pero todo el mundo debería conocer [me permito añadir yo]". Así comienza Primo Levi, víctima del Holocausto, este libro que abre la trilogía dedicada a los campos de exterminio. Su testimonio nos transporta a Auschwitz (Polonia) en 1944, tiempo durante el cual pasó a convertirse en menos que un joven miliciano italiano y judío de 24 años; menos aún que un ser humano. En esos 12 meses de tortura y trabajos forzados Primo Levi fue bautizado con el número 174517, siempre tatuado en el brazo a modo de recordatorio.

Es éste un viaje al horror del hambre, el frío y la supervivencia. La atmósfera claustrofóbica lo domina todo creando un submundo, un ghetto multicultural en el que sobrevivir depende de la capacidad de adaptación y sobre todo de la suerte de cada individuo. No hay reglas, sólo la del más fuerte, no hay un idioma común y la inexperiencia y debilidad cuestan la vida.

Los personajes se diluyen en la realidad del “lager” (campo) que los engulle, por eso su recuerdo se convierte en el único vestigio de su sufrimiento final. De la misma forma pasan por este libro de memorias: no hace falta saber cuándo, cómo y por qué llegan, tampoco cuál será su destino. Su estigma y final son fácilmente imaginables.

Escrita con la memoria reciente, con el recuerdo que busca una pretendida objetividad bajo la que late un rencor contenido hacia el nazismo. Este primer tomo de memorias (le siguen más tardíamente La tregua [1963] y Los hundidos y los salvados [1986]) comienza algo disperso y titubeante, con cierta discontinuidad inicial reflejo de la confusión de los primeros días. A medida que pasan las semanas de reclusión consigue captar la animalizada micro–sociedad creada en el “lager”, despiadada con el débil e inadaptado, en la que aún brillan momentos de amistad, lirismo y nostalgia por la vida que dejaron fuera… y que sólo el 5% de los presos recuperarían.

viernes, 26 de octubre de 2007

Para escuchar

Ayer no te vi en Babilonia
António LOBO ANTUNES

No son ojos sino oídos los que hay que acercar a este libro. Y hay que estar preparada para escuchar cualquier cosa. Lobo Antunes hace hablar en esta novela a ocho personajes apenas definidos, pero a ellos une decenas de gargantas que van salpicando con frases que parecen letanías los monólogos interiores que constituyen la obra. Quien se atreva a escuchar, oirá incluso al propio autor cuando susurra: “chamo-me António Lobo Antunes, nasci en São Sebastião da Pedreira e ando a escrever um livro”. Y, si eso vale, vale cualquier cosa.
Como si se hubiese acercado a los muros de las casas por las noches para escuchar, el autor reúne durante una madrugada de duermevela las voces sin nostalgia, sin futuro y sin esperanza de un ex policía torturador, de la mujer con la que está casado, quien conserva la cuna del hijo que nunca tuvo, y de la mujer que lo “espera en Lisboa”, cuya única hija se suicidó a los quince años. A medida que pasan las horas, desde la medianoche hasta las cinco de la mañana, a estas tres voces se van uniendo otras que con sus propios recuerdos, sueños y desvelos van dando sentido a los retazos de vida y de historias que Lobo Antunes no hace más que sugerir. El resultado es un libro desconcertante, desesperanzado y tremendamente vivo, a pesar de que quien en verdad reina en sus páginas es la muerte, que nos sitúa en una vigilia cruel donde el pasado doloroso se impone, aunque alguno se empeñe en no recordar o en inventarse una vida nueva.
El libro descoloca, remueve y, por si alguien lo dudaba, permanece como un eco en los oídos. “E agora, pergunto, o que será de mim quando acabado este capítulo deixarem para sempre de me ouvir, quem se lembrará do que fui / Y ahora, pregunto, qué será de mí cuando acabado este capítulo dejen para siempre de escucharme, quién se acordará de lo que fui”, pregunta una voz. Se acordarán todos los que te han escuchado, seguro
.

jueves, 25 de octubre de 2007

Carlos Boyero recomienda algunas lecturas


El incisivo crítico de cine y televisión, nuevo fichaje de El País, contesta a una pregunta en el chat de hoy jueves (www.elpais.com) sobre recomendaciones lectoras. La primera mitad de la respuesta parece interesante... estaremos atentos.

"Les aconsejaría que leyeran las dos últimas que ha publicado un escritor tan enigmático como grandioso llamado Cormac McCarthy. Se titulan: No es país para viejos y La carretera. Actualmente estoy leyendo dos libros admirables: la reedición de Más allá del Oeste, de Ángel Fernández-Santos e Historias del Calcio, de Enric González."

Nido y prisión para Alondra

Alondra (1924)

Deszö Kosztolanyi

Alondra es una muchacha ya con 30 años poco agraciada físicamente y que asume su soltería como un estado cuasi-permanente. Sus ancianos padres llevan una existencia gris, alejada de la intensa vida social que tienen sus vecinos. Evitan cualquier exceso y sobreprotegen a su hija, aunque no puedan reprimir cierta lástima por su situación. De ser su esperanza también ha pasado a ser su condena. Algo cambiará en sus vidas (apenas por una semana) cuando Alondra visita a sus tíos en el campo.

Por su parte, Sárszeg es una ciudad de provincias de tamaño medio a la que conoceremos a través de sus calles, habitantes y comercios. La burguesía conservadora y el provincianismo de los que hace gala inmediatamente la convierten en un activo personaje del relato. Sárszeg seduce, estigmatiza y aprisiona a todos los que viven (¿mueren?) y pasean por sus calles.

El tiempo del relato (año 1899) no parece elegido al azar y es un componente más de la engrasada maquinaria simbólica de la novela. Consigue así reflejar la transición de la sociedad decimonónica al siglo XX, que lleva al ser humano a la confusión, al alienamiento y angustia silenciosa respecto al entorno y a su propia existencia.

Kosztolányi hace gala de un estilo limpio, depurado y agudo; que parece adecuado al argumento. Se ocupa de cuestiones cotidianas aparentemente irrelevantes y triviales que sin embargo reflejan la demoledora historia de la gris y fría existencia de una familia sin posibilidad de evasión definitiva, ni física ni psicológica. Así pues el nido familiar y social se convierte en una cárcel para todos, incluso para Alondra que como ave migratoria trata de buscar otro espacio pero siempre regresará a la protección y prisión de su desesperanzada existencia, a la inerte calma del vacío cotidiano.

martes, 23 de octubre de 2007

El brindis

Este blog nace con la idea de ser un punto de intercambio de lecturas, de vuelos literarios y de experiencias de papel entre lectores. Lo que pretendemos con él es animar al que se asome a este cuaderno de notas y a los que colaborarán con sus reseñas a descubrir o redescubir libros, autores y autoras -hay tantas olvidadas- que nos hayan emocionado, sobrecogido, angustiado o interesado, sin más. Y para conseguirlo intentaremos aguzar nuestro sentido crítico, presentar buenos libros y, de paso, leer cada vez mejor; y también, ser rigurosos, amenos y breves. Nada más por el momento.
Sólo falta decir...

...por la autoridad que me concede Blogger, declaro: "Pájaros de papel puede empezar a volar".

Salud.