Luis LANDERO
¿Quién es Faroni? Es la pregunta a desvelar en esta novela, la primera publicada por el escritor pacense Luis Landero. Gregorio Olías lleva una vida sin incentivos, es un personaje que refleja cierta mediocridad y que deja volar su imaginación con ilusiones.
A priori, esto no hace muy atractiva la obra. Sin embargo, el nudo llega cuando Gregorio proyecta su vida soñada en Faroni y crea un personaje a través del cual se da a conocer a Gil, un compañero de trabajo al que sólo trata a través del teléfono.
Lo que comienza como un juego de un cuarentón desencantado, acaba por absorberle. Llega un punto en que ambos personajes se confunden: ¿cuándo es Gregorio y cuándo es Faroni? Sus invenciones llegan a cobrar cierta realidad, no porque sean ciertas, sino porque cree que lo son.
Landero presenta a un personaje que en la realidad se le tomaría por un loco o un sinvergüenza. Sin embargo, le muestra como alguien que descubre en Faroni el incentivo que necesita para vivir cada día. En cierto modo, como se dice en las páginas finales, es el ser humano en sí mismo, que ni es absolutamente bueno, ni absolutamente malo.
El desarrollo de la novela llega a puntos realmente histriónicos, ya que Gregorio se supera a sí mismo en cada página con sus invenciones sobre Faroni. Gil, ingenuo y deseoso de novedades que le ilusionen en medio de su aburrida vida en un pueblo, cree todo a pies juntillas.
Landero estructura la novela de una forma muy clásica, con las tres partes (introducción, nudo y desenlace) claramente marcadas. Pero la grandeza de la novela es cómo consigue jugar con el lenguaje, que es el artífice de la obra: un personaje que recrea otro personaje inventado para que un tercero se lo crea. Landero consigue hacer metanovela, marcando los ritmos de forma ondulada, ahora sube, ahora baja, en función del ánimo de Gregorio.
¿Hasta que punto Gregorio es altruista y se deja enredar para ilusionar a Gil? ¿Hasta que punto es egoísta y hace crecer a Faroni para satisfacerse a sí mismo? Debo reconocer que las carcajadas de las que me hablaron muchos que ya lo habían leído no se despertaron en mí, porque me acabé enfrentando a Gregorio y su mediocridad.
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