miércoles, 9 de abril de 2008

Tiempo de mosqueteros

Crónicas del asfalto (2007),

Samuel Benchetrit (Champigny-sur-Marne, 1973) tiene cara de niño malo que, además, quiere parecer que lo es; escribe un libro cuyo título, Crónicas del asfalto, hace presagiar una historia de excesos y marginalidad bailando en los límites de lo lícito; y ha sido definido como un escritor que es a la literatura “lo que los Sex Pistols al rock”. Todo ello tan estereotípico como para desanimar a cualquier lector sensato, que, sin embargo, se equivocaría fatalmente si dejase escapar este libro.
Crónicas del asfalto es una obra concebida en cinco volúmenes y pretende contar los primeros treinta años de la vida de un autor que ronda los treinta y cinco. El tiempo de las torres, como se denomina esta primera parte, es el tiempo de la infancia y la adolescencia en un bloque de viviendas de un suburbio parisino, donde lo que en manos de otro autor podría resultar violento, sórdido y procaz es, a través del recuerdo narrado de Benchetrit, duro casi siempre, sonrojante a veces y enormemente tierno.
El autor presenta a sus vecinos planta por planta, desde el viejo señor Stern del primero, que se niega a pagar lo mismo que el resto de propietarios por el ascensor nuevo, hasta la señora Hamida del duodécimo, que un día encuentra en su puerta a un astronauta recién caído del espacio, y lo hace con una prosa limpia, justa, y una técnica muy eficaz, con la que logra recrear ese tiempo de la adolescencia -que en su caso es también en buena medida el de la delincuencia juvenil- sin idealizarlo ni tampoco hacer de él un melodrama.
Como buen adolescente, Benchetrit vive esos años flanqueado por tres mosqueteros: Dedé, hijo y hermano de basureros y candidato a seguir la misma carrera; Karim, miembro de una familia de origen argelino y camello ocasional; y Daniel, que vive con su madre, sus hermanas gemelas y su padre, postrado y conectado a un respirador, y que es especialista en arrancar orejas. Con ellos compartirá momentos de violencia, sexo y miseria, pero también aventuras tiernas y cómicas que invitan a revisar ese tiempo extraño, ridículo y dramático que constituye la adolescencia.

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