domingo, 19 de septiembre de 2010

Vamos hacia el infierno


Kanikosen

KOBAYASHI, Takiji

Ático de libros. Barcelona, 2010.



«Vamos hacia el infierno». Así comienza Kanikosen (el pesquero) del escritor japonés Takiji Kobayashi. Toda una declaración de principios. El infierno de la sobrexplotación, el abuso, la plusvalía, el miedo al patrón y al despido, la vigilancia del Estado que, protegiendo, nos condena y aprisiona, también el infierno de la rebelión y la conjura contra los principios jerárquicos que parecen anestesiarnos. Novela escrita en 1929. Otra crisis mundial. Otro ciclo regresivo del capitalismo. Un pesquero japonés sale a faenar en aguas rusas (la península de Kamchatka). Su tripulación la componen desheredados, deudores, precarios, estudiantes, campesinos sin tierra. La labor consiste en capturar cangrejos. Es una época de convulsiones socioeconómicas y nacionalismo exacerbado. Por eso las empresas y el gobierno japonés apelan al patriotismo. Trabajar duro y aceptar el ajuste se ha convertido en una labor patriótica. Un desafío individual. El cometido es agotador. Condiciones infames. Insalubridad. A la sala donde descansan los obreros y pescadores tras el tajo se la denomina “letrina”. Llegan las enfermedades, el agotamiento, los castigos arbitrarios. La jefatura, pocos, apenas diez personas frente a ciento cincuenta menestrales. Sus órdenes, en cambio, muchas. Y poco a poco la desesperación mezclada con la rabia van generando las condiciones para la rebelión y la huelga. ¿Les suena todo esto? Ahora supongamos que no estamos en 1929. Supongamos que en vez de un escritor japonés, comunista, arrestado el 21 de febrero de 1933 por la policía nipona, asesinado tras varias y crueles sesiones de tortura, nos encontramos en 2010, en plena crisis mundial. Hay otro ciclo regresivo del capitalismo. Imaginemos que en vez del patrón del Hakko Maru (así se llama el pesquero de esta novela) empresarios españoles e indonesios comercian con cerca de 1.600 pescadores asiáticos cada año. Imaginemos que vienen con una situación laboral regulada (la misma que los desheredados de Kanikosen), sin embargo cobran un sueldo por debajo del salario mínimo. Supongamos que viven con 300 euros al mes. Encerrados en sus cabinas y bodegas. Supongamos que, como reclama Xabier Aboi (de la Confederación Intersindical Galega) «La explotación sigue en los puertos atlánticos, por el salario de un marinero gallego contratan doce indonesios». Imaginemos que sus condiciones de habitabilidad, trabajo, seguridad, higiene, son tan nefandas como las sufridas por los operarios del Hakko Maru. Supongamos que la prensa “nacional” no se hace eco de estos pescadores indonesios porque eso significaría sacar los colores a grandes y provechosas empresas patrias, cuyos propietarios son prohombres de la pesca gallega y eso, en tiempos de crisis, es antipatriótico. Supongamos que en vez de Takiji Kobayashi, escritor comunista, japonés, arrestado y asesinado por la policía nipona en 1933, estas informaciones puedes leerlas, un día cualquiera, por ejemplo el 15 de septiembre de 2010, en el periódico quincenal Diagonal (http://www.diagonalperiodico.net/) . ¿Qué deberíamos pensar? ¿Simples casualidades históricas? Quizá por todo ello, comprendamos mejor ahora las razones que han llevado a esta novela ha convertirse en un best seller inesperado (como reclama The New York Times) entre la juventud japonesa. Empleos precarios. Inseguridad laboral. Pensiones en duda. Todo el sistema vendido a los cuatro vientos hecho pedazos. Entonces regresa la literatura y en su nombre este viejo libro, reeditado y renacido, y se coloca en el primer plano de la educación sentimental postmoderna de una juventud, señalando los puntos de anclaje de este capitalismo salvaje y destructor. Takiji Kobayashi no ha muerto.

martes, 24 de junio de 2008

Cambio de nido

Pájaros de Papel se muda.
Nuestra nueva dirección es ésta:
http://blogs.laopinioncoruna.es/pajarosdepapel/

sábado, 21 de junio de 2008

Los límites del sarcasmo

Delicioso suicidio en grupo (1990)
Paasilinna, Arto
Anagrama, 2007


Delicioso suicidio en grupo es el título de la novela más conocida de Arto Paasilinna. Aunque parezca imposible poner juntas expresiones tan incompatibles como “delicioso”, “suicidio” y “en grupo”, en realidad no lo es para este osado narrador finlandés que nos brinda un irreverente viaje a los límites del sarcasmo.

Entre los años 80 y 90, Finlandia era uno de los países de Europa con un índice de suicidios más elevado. Según los datos del Programa de Prevención del Suicidio de la Organización Mundial de la Salud, en 1990, año de publicación de esta novela, la tasa de suicidios por cada 100.000 habitantes era de 30,3 (49,3 para los hombres y 12,4 para las mujeres). Después de alcanzar ese máximo histórico de los últimos 50 años, las cifras empezaron a descender y en 2004 la tasa se redujo a 20,3 (31,7 para los hombres y 9,4 para las mujeres). Estas escabrosas estadísticas sólo la superan hoy Bielorrusia, Rusia, Ucrania, Hungría y Letonia. Afortunadamente, la situación en España es más alentadora, si bien en 1990 la tasa era de 7,5 (11,2 para los hombres y 4,1 para las mujeres) y en 2004 ha subido hasta 8,2 (12,6 para los hombres y 3,9 para las mujeres).

Pero estas cifras, más allá de la frialdad de la estadística, sin importar el país, la clase social o el nivel cultural, esconden íntimas tragedias de desconsuelo y desesperanza de alcance universal. Con su tono entre elegíaco e irónico al mostrarnos actitudes y situaciones, con su capacidad para sacar el máximo partido al humor negro con que el lenguaje cotidiano corteja los tabúes de la muerte, Paasilinna acierta a conmover y provocar carcajadas con singular maestría.

Delicioso suicidio en grupo es, además, una celebración del amor y de la amistad que nos hace reflexionar sobre la soledad como una patología de la sociedad contemporánea. El viaje iniciático que emprenden los suicidas de la novela por media Europa no es sino un intento de superación de la conciencia mutilada incapaz de correr al encuentro del otro.

miércoles, 4 de junio de 2008

Elegía al amigo muerto


Amarillo
Romeo, Félix
Plot (2008)



“Voy a escribir una biografía de un amigo mío, Chusé Izuel, que se suicidó cuando vivíamos en Barcelona hace 10 años… voy a ser un detective que trata de averiguar algo sobre sí mismo a través de otro”. “No quiero hacer una biografía”. “Tu muerte fue una bendición para mí: no habría vuelto a escribir si tú hubieras seguido vivo”.

Admito que quizá no pueda escribir una reseña de este libro, flujo de vida hacia la muerte ya ocurrida. Tan hondo ha sido el impacto sobre mí, hecho de gotas de vida y poesía, de esta novela candentemente gélida sobre la que brota una narrativa pura, destilada, dolorosa y doliente, que parece acompañarme desde su lectura. Así pues, optaré por guiar la reseña con fragmentos de su cuerpo que acompañarán mis palabras quedas.

Félix Romeo traza un triángulo de amigos y abre el texto dedicando la obra a Bizén, el otro compañero. Pocas fotos se conservan de Chuse Izuel (Zaragoza, 1968 – Barcelona, 1992), apenas la que encabeza esta reseña, ya que nunca quiso ser retratado y rompía aquellas imágenes en las que aparecía. El autor, investido por la muerte como un sincero narrador, recuerda la figura de Chusé Izuel sin concesiones: buceando en los documentos, pero usando sus propios recuerdos y sensaciones; dándoles cabida y disposición narrativa tamizados a través de una poética desoladora y amarga.
“Tengo a mis pies el bolsón de plástico en el que guardo tus cosas: tus cartas, la grabadora, tus artículos, los artículos que escribieron sobre ti, tus cuentos, los borradores de la novela que no escribiste, notas, papeles con apuntes que cogí de casa de tu madre.”

Así, hecho de materia viva, se reconstruye un recuerdo capital, la figura y la muerte de un amigo, un colega narrado y narrador, autor de un único libro de relatos (Todo sigue tranquilo, Editorial Libertarias, 1994). La ¡¿Novela?! se convierte así en una suerte de terapia y homenaje triste, desde la imposibilidad de resucitar al ser querido, ni siquiera de comprenderlo. Romeo no oculta sus cartas y como ocasional narrador, rellena esos huecos entre los fragmentos textuales con pureza y desolada densidad narrativa.

“Yo tampoco te conocía y estoy haciendo como el cura: largar un responso y enterrarte. Lavar mi conciencia”.

Lo que quedará siempre es una hermosísima novela híbrida y posmoderna, esa que es capaz de mezclar sabiamente metales de realidad y ficción en una aleación que reinventa el género y lo hace más moderno y atractivo, desmintiendo a los que lo creen muerto.

Fragmento de entrevista de Chusé Izuel a Luis Goytisolo en el que éste último dice:
"Siempre habrá lectores de novela, pero sin embargo creadores no, porque hoy ya nadie escribe epopeyas ni épicas… cada vez más se escribe un refrito de cosas ya escritas."

sábado, 31 de mayo de 2008

Autobiografías de lo extraño


El Gran Vidrio
Mario Bellatin
(Anagrama, 2007)


Si preguntamos al lector medio de nuestro país por literatura hispanoamericana, seguramente las primeras referencias que lleguen a nuestros oídos serán «Boom», «Realismo mágico», «Editorial Sudamericana», «Márquez, Fuentes, Vargas Llosa, Cortázar, Carpentier» y así hasta un largo etcétera de lugares más o menos transitados. Pero como no podía ser de otro modo, muchas cosas han cambiado en la narrativa latinoamericana reciente. Para empezar, el horizonte escriturario se ha diversificado, se ha fragmentado, y a los polos de fuerza tradicionales (México, Argentina, Chile, Colombia, Perú, Cuba y Brasil), se le han ido añadiendo nuevas realidades difíciles de clasificar (pensemos, por ejemplo, en la escritura chicana de EEUU). Pero no es aquí donde querría detenerme. Si la imagen colectiva que aún conservamos de «lo hispanoamericano» se enraíza (de manera deforme) en esa suerte de mixtura entre surrealismo, indigenismo y populismo, es porque seguimos anclados en un etnocentrismo ramplón. Ya lo dijo Enrique González Rojo en una entrevista de 1930 (uno de los máximos promotores del grupo poético mexicano “Contemporáneos”): «El europeo no siente curiosidad por nuestras actividades intelectuales y artísticas. Su situación prominente en el desarrollo de la cultura actual lo hace ser, si no despectivo, cuando menos indiferente a manifestaciones que considere reflejo de las suyas. Sólo le llaman la atención nuestra arqueología y… nuestras revoluciones.» Pues bien, la obra del mexicano (aunque criado en Perú) Mario Bellatin impone quitarse esta venda de los ojos. En el Gran Vidrio asistimos al relato de tres autobiografías que nada tienen que ver ni con el realismo mágico, ni con el indigenismo, ni con la denuncia social. Muy al contrario, nos enfrentamos a la torsión de la realidad, al descubrimiento de lo extraño, lo fantasioso, lo puramente fragmentado que hay en la identidad. Da igual México que Irán, da igual un transexual que un maestro sufí, da lo mismo un niño convertido en expositor de genitales que una mujer-hombre transformada en marioneta y escritor cuya danza mecánica trata de evitar el desahucio de la casa. Se trata de ficción. Se trata de recuperar el poder demiúrgico de la palabra y romper, así, la camisa de fuerza de la identidad. Lo resume “ficcionado” también el propio Bellatin: «¿Qué hay de verdad y qué de mentira en cada una de las tres autobiografías? Saberlo carece totalmente de importancia. Hay una cantidad de personajes reales comprometidos. Un antecedente personal que tiene que ver con la estirpe de corte fascista de la que provengo, una secretaria enferma, la imposibilidad de habernos conformado como una familia normal. La necesidad de borrar todas las huellas del pasado, de difuminar lo más que se pueda una identidad determinada, basada principalmente en la negación del tiempo y el espacio que supuestamente debían corresponderme. Cambiar de tradición, de nombre, de historia, de nacionalidad, de religión, son una suerte de constantes. […] Pero no para crear nuevas instituciones a las cuales adscribirme. Sencillamente para dejar que el texto se manifieste en cualquiera de sus posibilidades». Si busca en Bellatin a Vargas Llosa, Fuentes, Márquez o Rulfo se equivoca, topará con Kafka, el Bartleby de Melville ó Pessoa. Narrativa de lo extraño. Obra en el sentido en que Barthes calificaba al “autor” (écrivain) como fundador de discursividad, en contraposición de “escritor” (écrivant) entendido como productor de textos. Espero que les apasione tanto como a mí.

domingo, 25 de mayo de 2008

Confrontación del dolor

Cantos de abajo.
La voz del poeta
Phillipe JACCOTTET.
Ediciones del Círculo de Bellas Artes. 2007.
Prólogo de Juan Barja y traducción de Rafael-José Díaz.

Más que reseña de libro en sí, quiero presentar esta brevísima joya como una invitación a redescubrir esta voz insobornable, aprovechando que vuelve a Madrid a leer el próximo 11 de junio. Cantos de abajo supone la personal selección que hiciera el poeta suizo Philippe Jaccottet de su libro A la luz del invierno durante la lectura de poemas celebrada en el Círculo de Bellas Artes el 6 de mayo de 1998. Diez años después el poeta regresa a nosotros y por ello merece la pena releer su trabajo.

De la mano en este caso de su excelente traductor (el también poeta Rafael-José Díaz), Cantos de abajo constituye una cata deslumbradora en la obra de este autor. Como nos advirtiera Enrique Moreno Castillo en su Dieciocho poetas franceses contemporáneos la poesía de Jaccottet “habla, con un lenguaje humilde y despojado, del desamparo del hombre, de la transitoriedad y de la muerte”. Cantos de abajo no escapa a estos mismos temas y, de manera unas veces sombría («Tengo la cabeza llena de vislumbres, reflejos / en las trampas de un río tenebroso,/ me acuerdo de bocas infatigables en sus bordes—») y otras indagatoria («Escribe rápido este libro, acaba hoy pronto este poema / antes de que te atrape la duda de ti mismo»), nos coloca ante la propia fragilidad del ser humano con lucidez y sin escapismos velados.

La obra de Jaccottet constituye una parada imprescindible en la poesía francesa de la segunda mitad del siglo veinte, junto a otros nombres como Francis Ponge (con quién trabó amistad) o Yves Bonnefoy (por citar sólo dos de los que han sido profusamente traducidos en España). Por todo ello, debemos felicitarnos por la recuperación de este texto y animamos a todos los lectores a reencontrarse con un poeta que, evitando cualquier veleidad preciosista, nos dibuja su personal “confrontación del dolor”. Disfrútenlo.

jueves, 22 de mayo de 2008

Camino de destrucción

La carretera (2007)
MCCARTHY, Cormac

¿Quién es Cormac McCarthy? Aunque unas pocas fotografías nos dan idea de su semblante concentrado, cuidar de su intimidad y rehuir las entrevistas le ha permitido forjarse una biografía casi tan secreta como la de J. D. Salinger (El guardián entre el centeno, 1951) o Thomas Pynchon (El arco iris de la gravedad, 1973). Al menos, el éxito de la película No es país para viejos, de los hermanos Coen, basada en una novela suya, le ha brindado la oportunidad de ganar más lectores.

La carretera (Premio Pulitzer, 2007) tiene vocación de apocalipsis. Desde el punto de vista de la historia, nos presenta un mundo asolado que la catástrofe ha cubierto de una pátina de ceniza permanente; desde el punto de vista del relato, la fragmentariedad del discurso adelgaza el estilo a una prosa seca con intermitentes rescoldos de lirismo.

Un padre y su hijo peregrinan hacia el sur por una carretera que podría llevarlos a la salvación. Sólo el contrapunto de las ciudades calcinadas y los pueblos de donde apenas puede rescatarse nada los aparta de la ruta en busca de alimento. En un cambio de era donde la naturaleza es ajena al sufrimiento y donde la ética es un terreno baldío, la ambigüedad lo penetra todo: la trampilla del sótano de una casa abandonada puede llevar al espanto o a la felicidad como si entre ellos no existiera gradación alguna.

Que nadie espere una novela experimental al uso: aquí importa la intensidad del símbolo, no el alarde técnico. No obstante, más allá del admirable logro de atraparnos en una desolación sin límites, una cierta monotonía descriptiva, sobre todo en el primer tercio de la obra, y un exceso de esquematismo en el retrato de los personajes amenaza la perfección de La carretera.