martes, 6 de mayo de 2008

Humor absurdo en la Palestina del año 0

El asombroso viaje de Pomponio Flato (2008)
Eduardo MENDOZA


Escribir una novela de humor debe ser uno de las tareas más complicadas del trabajo de escritor. Suena a tópico, desde luego, pero pensemos en cada uno de nosotros cuando cuenta un chiste: nos enfrentamos al reto de hacer reír y muchas veces fracasamos.

Eduardo Mendoza es un novelista que se ha destacado por diferenciar dos líneas muy claras: serias y cómicas. No hay mezclas. En ambos casos, demuestra que ha trabajado mucho la documentación y el estilo para mantener la intensidad del relato.

El caso que hoy nos ocupa es un ejemplo de esas novelas de humor de Mendoza. No llega a la astracanada de "Sin noticias de Gurb", pero supera a "El misterio de la cripta embrujada" y sus sucesoras.

Hay comienzos novelísticos que han pasado a la historia: "En un lugar de La Mancha...", "Yo, señor, soy de Segovia", o más recientemente aquel de "No era el hombre más honesto ni el más piadoso, pero era un hombre valiente". Yo añadiría a esta lista el principio de Pomponio: "Que los dioses te guarden, Fabio, de esta plaga, pues de todas las formas de purificar el cuerpo que el hado nos envían, la diarrea es la más pertinaz y diligente".

Con este inicio, Mendoza hace parodia del estilo epistolar clásico, que Yourcenar nos acercó en "Memorias de Adriano". Pero lo mejor está por venir: Mendoza juega con el relato evangélico, pone en tela de juicio principios cristianos, los mezcla con situaciones absurdas y muestra el lado humano de una persona que tiene su toque de fantoche.

Pomponio se encontrará con un carpintero de Nazaret, llamado José, y entablará amistad con su hijo Jesús. La parodia alcanza verdaderas cumbres con el dominio del lenguaje, que juega con la pomposidad atribuida a los clásicos y rompe esa seriedad del discurso con rupturas modernas.

El caso detectivesco planteado es el fondo para presentar una parodia que nos hace poner a unos actores conocidos en una situación ininmaginada. Quizá, como me decía una vez un amigo, lo bueno de la historias es buscar las interpretaciones y variaciones. Del Evangelio se sabe la historia, pero ¿y si jugamos un poco con los personajes?

Mendoza juega y divierte al lector. Pero no veais sólo un entretenimiento de autor, es una novela de gran enjundia narrativa y estilística. Nihil obstat.

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