RIELKE, Rainer María
Cuentan que el propio Rielke eligió su epitafio:
“Rosa, oh contradicción pura, placer,
ser el sueño de nadie bajo tantos
párpados.”
Tanta densidad y sencillez tiene su testamento creativo y el compendio de su filosofía artística, que se halla en esta obra. Son apenas diez cartas que forman parte de la comunicación privada entre un autor consolidado y un joven necesitado de consejos que comienza a escribir.
No es esta la clásica relación maestro–discípulo, ya que apenas se llevan diez años de diferencia; además el dogmatismo y el paternalismo brillan por su ausencia. Por otro lado, parece evidente que en la génesis de esta comunicación epistolar se encuentran diversos puntos de contacto entre la gran figura de la lírica alemana y Frank Kappus (el joven poeta): desorientación vital, semejante formación militar, primeros balbuceos poéticos…
A bote pronto nos encontramos con un Rielke que tarda en contestar y que inicia indefectiblemente todas las misivas con una disculpa, queja acerca de su estado de salud o breve explicación sobre su constante cambio de residencia. Inmediatamente después el escritor alemán expone su arte poética con una claridad al alcance de muy pocos. En su ideología estética, el artista debe aceptar su soledad como parte del proceso creativo. También contemplará absorto el supremo milagro creador: la Naturaleza. Además ensalza el valor del camino difícil (el del artista), acaso exorcizando los demonios que todos llevamos dentro a la hora de enfrentarnos al papel en blanco o simplemente aprendiendo a convivir con ellos. En la misma línea las epístolas están salpicadas por algunas breves, pero jugosas reflexiones acerca del papel de la mujer: culmen de la creación y la sensibilidad, también futuro del mundo.
Entre las Cartas a un joven poeta, resbalan reflexiones vitales:
"Intente amar las preguntas por sí mismas, como habitaciones cerradas o libros escritos en una lengua muy extraña. No busque ahora las respuestas: no le pueden ser dadas, porque no podría vivirlas. Y se trata de vivirlo todo.” […] “Y siempre que algo surja de su propia voluntad, de alguna honda necesidad, acéptelo como tal y no lo odie"
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