domingo, 25 de noviembre de 2007

Vívidas y exuberantes vidas de ficción

Historia universal de la infamia (1935)
BORGES, Jorge Luis

Siete breves biografías (de apenas diez páginas cada una) componen este texto inmenso y recargado. La aguda capacidad narrativa de Borges le permite tejer estas biografías con hilos de historia, filosofía, ficción, vida y fantasía, materiales privilegiados hechos de talento y erudición. Del Mississipi al mar Rojo, pasando por Turquestán, se encuentran estos personajes, crueles protagonistas de azarosas y despreciables vidas. Tras su grandilocuente y eficaz título se esconde un homenaje a la mezquindad de unas existencias infames en cualquier tiempo y lugar. A continuación los prólogos (tanto el de la primera edición, como el de la edición de 1954), que contienen una concisa e importante información para conocer la génesis de la composición de la obra y las técnicas que usó el autor.
Así pues Borges falsea, tergiversa las historias con la Historia en una abrumadora sucesión de datos, fechas, referencias e informaciones que edifican un templo exuberante de una prosa con sello propio. Todo ello con una profunda ideología de ficción narrativa: hacer vívido lo no vivido, la ficción por encima de la realidad, pero construida con material real por acumulación y exuberancia barroca, todo ello moldeado en puntuales escenas que resumen una vida y se suceden en medio de enumeraciones y ricas referencias culturales. En definitiva una obra a la que siempre es un placer volver y una suerte de encuentro profundo y fugaz para los que se acercan a ella por primera vez.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Acepto la recomendación.
De Borges he leído "El Aleph" y "Ficciones". "Ficciones" tiene más enrevesamiento intelectual, mientras que "El Aleph" tiene un fondo más filosófico. Pero no se debe entender la filosofía como sinónimo de aburrimiento o pensamientos inaprensibles, ya que Borges juega con planteamientos originales. Desde el primer cuento deja al lector con la boca abierta.
Al final de su vida, además de la vista, perdió un poco la cabeza, ya que hablaba de los dictadores argentinos como "los señores militares". Otra muestra de que la genialidad no va unida necesariamente a la humanidad.
Abrazos
Óscar